Reflexión Tardeando: Cuando ayudar… no ayuda
Dar una moneda en la calle puede parecer un acto de compasión. Lo hacemos con la mejor intención: calmar una necesidad inmediata, responder a una mirada, un gesto o una historia que toca nuestro corazón. Pero hay una verdad que nos cuesta aceptar: dar limosna perpetúa la vida en las calles.
Muchos habitantes de calle no acceden a las rutas de atención disponibles porque ese ingreso informal diario se convierte en una zona de aparente «comodidad».
Y lo que es aún más delicado: gran parte de ese dinero termina siendo usado para mantener el consumo de sustancias psicoactivas, lo que los aleja aún más de cualquier oportunidad de resignificar su vida.
En Pereira, pór ejemplo se cuenta con programas reales, equipos comprometidos y rutas de atención que buscan restaurar la dignidad de quienes viven en las calles. Pero estas soluciones pierden fuerza cuando seguimos reforzando el sistema de la limosna que, aunque parezca solidario, atrapa, adormece e impide el cambio real.
No se trata de ignorar, de mirar hacia otro lado.
Se trata de cambiar la forma en que ayudamos.
De apostar por un acompañamiento integral, por apoyar a quienes trabajan con amor, técnica y compromiso por una transformación social verdadera.
Porque la verdadera ayuda no es solo dar…
Es dar de la forma correcta, con conciencia, con propósito y con un profundo respeto por la dignidad del otro.
Ayudar no es dar monedas, es apostarle a vidas nuevas, con sentido y dignidad.
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